sábado, mayo 08, 2010

Código 5: El médium y el fantasma


“La era electrónica… angeliza al hombre, lo descarna. Lo convierte en Software
(Marshall McLuhan)

En pleno Siglo de la ciencia, un año antes de la explosión de la Revolución Industrial, en el corazón de un país que se sacudía al tenor del gigantismo industrial, en el seno de una granja americana de Hydesville, Nueva York, la familia Fox fue testigo del desplazamiento de objetos (sin que hayan tenido contacto con persona alguna) y de golpes misteriosos en muebles y paredes. La noche del 2 de diciembre de 1847, las hijas del pastor metodista John Fox escucharon por primera vez una serie de ruidos con cierta periodicidad y sin causa aparente. El 31 de marzo de 1848, treinta minutos antes de la media noche, los golpes se manifestaron con una intensidad tenebrosa prolongándose hasta las primeras horas de la madrugada. En medio del estruendo, Margaret y Kate Fox, desafiaron a las fuerzas que provocaban el aterrorizante repiqueteo e irrumpieron una frontera hasta entonces infranqueable. Valiéndose de un código preciso (un golpe para el sí, dos para el no y un golpe correspondiente a cada letra del alfabeto latino) entraron en comunicación con un mundo oscuro e intangible.
                Con ese nuevo alfabeto de carácter telegráfico, nació el espiritismo en Estados Unidos. Eran los grandes días del ferrocarril, el barco de vapor, el boom de las mentes cientificistas y el querer explicar el mundo ya no sólo con la razón sino con la ayuda de la lógica y el método. Esa tendencia, convertida en moda, fascinó al físico William Crookes (http://en.wikipedia.org/wiki/William_Crookes), fundador de la revista de divulgación Chemical News, Editor del Quarterly Journal for Science, miembro de la Royal Society, descubridor del elemento químico Talio (1861), inventor del radiómetro,  investigador de los rayos catódicos –mismos que hicieron posible la televisión- y autor del artículo “Spiritualism Viewed by the Light of Modern Science” (http://www.survivalafterdeath.org.uk/books/crookes/researches/science.htm). Los estudios de Crookes (http://www.survivalafterdeath.org.uk/books/crookes/researches/contents.htm)registran con particular pasión el caso de Florence Cook y la materialización del fantasma de Katie King (http://www.survivalafterdeath.org.uk/photographs.htm), de quien obtuvo una estremecedora serie de fotografías que conmovieron a la comunidad científica de la época y trastornaron la imaginación popular.
                Allan Kardec, fundador de la Revue Spirite, la Société Parisienne d’Etudes Spirites y autor del Libro de los espíritus (1857), fue quien se encargó de teorizar sobre estos seres humanos despojados de su cuerpo físico. En su texto Kardec da cuenta de un nuevo sujeto, el intermediario: el médium, “el ser, el individuo que sirve de lazo para que los espíritus puedan comunicarse con los hombres. Sin médium no hay comunicación tangible, mental física, de ninguna clase” (Hutin, 2001: 377).
                El hombre descarnado, la evocación de los ausentes, el contacto como un fin en sí, la necesidad de probar la existencia de un más allá en el que subsiste la personalidad, la búsqueda de un mundo en el que los espíritus conservan todos los rasgos de los humanos: el cuerpo, el sexo e incluso los vestidos. La encarnación de la imagen como reflejo de la sincera esperanza de obtener un contacto directo con los ausentes. La lógica de la imagen, la demostración experimental de la esencia de la comunicación: hacer tangible, lo intangible, hacer presente a los ausentes.

La encarnación del sujeto en la palabra
Thot, dios de la escritura, de las bibliotecas y de la lengua, era reconocido como el escriba divino que tomaba nota del peso de las almas cuando entraban en los infiernos. Como dios de la escritura inventó todas las palabras y codificó las ceremonias que transforman a los muertos en espíritus. Él era el señor de las palabras, según el Fedro de Platón, buscaba hacer más sabios a los hombres; de extender su memoria: la palabra ayudaría a aprender y retener. El nacimiento de la escritura, está ligado a la necesidad de atrapar y retener el pensamiento; de tender una telaraña con los ojos y hacer comprensible el mundo. La escritura aceleró el proceso de la experiencia y la civilización. Sincronizó la vista, la voz, el oído y la imaginación. La escritura re-semantizó los procesos de socialización, pluralizó la continuidad de la cultura. La palabra hizo presente al mundo, dio nombre a la existencia, concretizó la individuación. La escritura encarnó al significado, le dio forma y articulación. El significante, como el fantasma requirió de un médium para dar señales de vida, después de la vida sígnica.
                El progreso de la alfabetización y la educación escolar, afirma Alain Corbin (2001), tejió una nueva relación entre el individuo, su nombre propio y su patronímico. Así el hombre grabó su nombre en servilletas, cuadernos, en bordados, en las actas matrimoniales. La escritura favoreció al individualismo y el retrato satisfizo el anhelo de igualdad. La imagen de uno mismo como instrumento de presencia, de poder.
La fotografía como la nueva escritura, como concreción de la fijación, de la posesión, del poder comunicar la propia imagen y avivar el sentimiento de la importancia de uno mismo. Representación y posesión, teatralización, extensión de la memoria. William Crookes, aisló las señas de la memoria y posibilitó algo más que la posesión simbólica del otro; al emplear la imagen como testigo mediático de la acción del médium, canalizó los flujos sentimentales, resignificó la esencia orgánica de la persona, modificó “las condiciones psicológicas de la ausencia” (Corbin, 2001: 403) y “dio permanencia a los sentimientos cotidianos” (McLuhan, 1989: 238).
Angustia, remordimiento, pérdida, desaparición, deseo, invocación, permanencia y recuerdo. El médium, como el medio, manifiestan la voluntad de perpetuar, de imprimir en el mundo la propia huella. Ya lo decía McLuhan, la fotografía fue decisiva para el paso del Hombre Tipográfico al Hombre Gráfico.
Imagen versus palabra, ambas ilusión y fantasía: usurpadoras del corazón, del núcleo y la sustancia de los seres; registro de gestos y sonidos, de experiencias, reveladoras de secretos.
El médium delinea y afirma, declara, verbaliza, hace presente el mundo interior. Ante la metáfora de las hermanas Fox y la invasión del panorama interior se afirma una nueva sintaxis: la del intermediario; la de la mente que hace presente los gestos y posturas de los ausentes.
La convergencia de la escritura y la imagen han detonado lenguajes inimaginables. El médium, el fantasma y la fotografía convergieron, los nuevos medios se contaminaron con las viejas prácticas. Así como nos recuerda Carlos Scolari (2008) al más puro estilo mcluhaniano, un medio se representó dentro de otro. He ahí la remedación (remediation) de Bolter y Grusin. La transparencia del fantasma y la opacidad de la imagen fotográfica; la nueva realidad ocultando su dispositivo. Unos que se quedan con la experiencia fantasmal y otros con la fascinación mediática de la fotografía. El médium como interfaz desaparece y la interacción espectral que se vuelve un proceso natural. El médium como constructor de significados, como articulador de complejos signos y significaciones.
La red hoy transporta átomos y los vuelve bits, pixeles, fantasmas, representaciones digitales de personas, mundos, sentimientos y palabras. El ser físico hoy se reproduce en el ser digital (Negroponte, 1997); nace de la tierra, se extiende por el éter, intercambia de lugares y se traslada por la red.  ¿El médium es el mensaje? Es el que condensa la información, redefine la presentación, la vuelve concreta, la muestra a los ojos y la expande por la cabeza. Sin embargo, la red como un conjunto de médiums interconectados, reordena los fragmentos del fantasma.
Negroponte afirma, “en un mundo digital el medio no es el mensaje, sino una encarnación de éste” (1997: 93). El médium es el fantasma, el médium es el espectador. El médium es hardware y el fantasma simple software.
Facebook como interfaz vuelve redundante al médium y al fantasma. Como las fotografías de Crookes. En esa ouija digital interactúan los espectros y los mediadores. En ese tablero digitalizador todo se vuelve presente. Uno invoca y ante el llamado alguien en concreto se hace presente: frases de mensaje se encuentran con frases de respuesta. Viajeros desconocidos regresan con los años, los recuerdos de la infancia de pronto aparecen y se tornan fotografía que nadie recuerda haber tomado pero que materializan la memoria. De la nada regresan los desaparecidos. La arquitectura de lo real pareciera no tener cabida; de pronto, de la nada la interfaz nos pone en comunicación con los incomunicados, con los ausentes, con los que el tiempo había desaparecido, incluso de la memoria.
En la red todos son descarnados y la comunicación se vuelve extrasensorial; banquete de la memoria. Facebook ha hecho que parezcan tan real, los propios fantasmas, o incluso más que la propia realidad. Así como la materialización del fantasma de Katie King, Facebook provoca la sensación de estar ahí: telepresencia humana digital en tiempo real; invocación y posibilidad de dar forma real, de manifestar a los desencarnados.
En Facebook la simbiosis imagen-palabra; sujeto-interactores; médium-fantasma, deja ver que la vieja gramática está muriendo (Levinson, 2010), que el amigo imaginario es producto de la batalla de los sentidos tecnológicamente prolongados, que la supuesta percepción extrasensorial es producto de la articulación de la vista y la voz.
Melville Bell, padre de Alexander Graham Bell, pasó toda su vida tratando de hacer visible el habla, Facebook sacó a la luz a los que estaban ocultos y nos puso en sintonía con los desconocidos. En ese espacio virtual se ha hecho visible el habla. Mirar y casi tocar es posible. El protocolo de la invocación es tan sencillo como dar un click con los nudillos digitales en el muro y escribir “estoy aquí”. El fantasma como parásito del médium exige de su relación una nueva mediación. Una hipermediación que en Facebook se ha materializado como coevolución entre usuario y tecnología, como simbiosis entre lo interior y lo exterior; entre lo real y lo ficticio, entre el tiempo y el espacio, entre la proximidad y la presencia, entre el habla y el hablante, entre la creación y lo creado, entre lo comunicable y lo comunicado, entre el médium y el fantasma.
El terreno de las apariciones ya no es el cementerio, el sepulturero se ha ido; el fantasma fluye por la red en busca de su médium.

Corbin, A. (2001). “Entre Bastidores” en Riès, P., Duby, G. Historia de la vida privada: 4. De la Revolución Francesa a la Primera Guerra Mundial. España: Taurus Minor
Hutin, S. (2001). “El espiritismo y la sociedad teosófica” en Puech, H. C., Las religiones constituidas en occidente y sus contracorrientes II. Historia de las religiones. México: Siglo XXI
Levinson, P. (2010). New New Media. USA: Penguin Academics.
McLuhan, M. (1989). La comprensión de los medios como las extensiones del hombre. México: Diana
Negroponte, N. (1997). El mundo digital. España: Ediciones B
Scolari, C. (2008). Hipermediaciones: Elementos para una Teoría de la Comunicación Digital Interactiva. España: Gedisa

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